Y, suspiro, pensando en ti. Veo parpadear el cursor, impaciente, gritándome que te escriba, una poesía. Vida mía, quiéreme.
Hay veces en las que me siento absorta de la vida, sintiéndome lejana, ajena a todo. Y entonces me pongo a pensar, pero ¿el qué? Pienso que quiero ser, y estar cerca de mí. Amar cada parte de mi cuerpo, sentirme viva. Pero los días van pasando, como las hojas de los árboles que se deslizan, juguetonas, corriendo por el viento.
En esta primavera tengo frío, mi piel se eriza y tú no estás aquí para abrazarme. Acurrucarme entre tus brazos quiero yo, aunque, todo lo que quiero se desvanece o desde un principio ni aparece.
Cierro los ojos, escucho mis pensamientos palpitar al compás de mi corazón partido. Sé que yo no soy la niña de tus ojos. Esta vez no lloraré, pues ya estoy acostumbrada a los amores no correspondidos.
Quería que me deletrearas cada palabra por toda mi piel, acariciándola con tus labios, haciéndome estremecer. Pero otra vez me siento en un amanecer sin dueño, perdido entre mis lágrimas más oscuras.
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