Salí con mis amigas de noche para ir a cantar a un Karaoke.
Canté un poco, sonreí pero no reí. Fruncí el ceño porque mi cabeza dolía y no por el alcohol ingerido sino por la música tan alta. Un chico me observó, pero ligó con mi amiga. Me dio igual, no estaba dolida sino enamorada. Y no de cualquiera que estuviera allí.
Entonces sonó una de las canciones que cantamos a veces cuando vamos en tu coche: «Tu jardín con enanitos», de Melendi. Sonreí y luego me puse melancólica. «Sácame de aquí», pensé. Y se me pasó pensando en ti. Siendo contigo sin estar juntos.
Me puse a reflexionar… No quería que fueras mi pilar más importante en mi vida sino unos de mis pilares porque si un día no llegases a estar me derrumbaría. ¿Y que sería de nosotros? De ti, de mí. No sabía cómo hacerlo, quizás porque los otros pilares de mi vida se estaban destruyendo por eso tú eras el más valioso. Y no en oro sino en tiempo.
Luego desistí. Intenté disfrutar de lo que quedaba de noche. Estaba cansada y mi objetivo en aquellos momentos era observar a las personas: cómo se movían, qué hacían y hacia donde iban. Me desvanecí y cuando regresé, viví.
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