Y, cierro los ojos, unas cuantas veces. He perdido todos mis escritos, ya no yacen en mi corazón, porque no tengo. No es que esté partido, es que no está. Inexistente, no hay ya intermitente. Mis letras, palabras y frases ya no nacen de mi alma, pues ésta se ha querido marchitar. Pero déjame escribirte, lo quiero intentar. Como la purpurina que cae de mis pupilas y nace un río en mis mejillas. Cristales rotos, espejos partidos. Ven. Ven y quédate, aunque conozcas mis más de mil demonios. Siento que no me quieres, ni para un rato ni para siempre. No soy tu estación, tampoco tu pasión. Pues nunca es suficiente pero, ahora te pregunto cordialmente ¿tú me quieres? Si es así, por favor, quédate. Aunque sólo no seamos, seres inexpertos, indeseados. Aquellos nombrados como amigos, entiéndeme cuando te digo que te necesito. Eres un pilar esencial en mi vida. No te escapes, no vueles hacia otra dirección que no sea la mía. No te dejes llevar por una arpía.
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