Mis huesos se congelaron mientras la lluvia resbalaba por mi rostro. Observé el invierno, un paisaje frío y húmedo a la vez. Las hojas ya no vestían los árboles y los pájaros volaron otros aires, otros cielos. Me sentí bien conmigo misma, porque justo por aquellos instantes mi cerebro, mi corazón y mi cuerpo no estaban desencajados. Pensaba en él a cada momento, y más aquel, en el que íbamos a vernos. Un encuentro que no me esperaba, pues me observó desde la distancia. Y yo que me sumergí en un mundo ajeno buceando entre la música que sonaba de mis auriculares.
Febrero
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