Su carita de niña buena, sus ojitos encantados que enamoraban a cualquiera. Era, ella. Sí, no era coincidencia de la vida. Fue de aquella forma, tan inexperta, tan imperfecta y, a la vez, perfecta.
Esa niña, que parecía ángel y, bonita, era -y soy yo-. Que mala suerte que tienes al enamorarte pues soy puro demonio, desalmado, loco, enamorado de la locura; la vida. Y quien quiera que seas quien me está leyendo, te lo agradezco. Siéntete afortunado, no cualquiera lee mis escritos más endemoniados.
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