La gente se pasea, se recrea. ¿Y las personas dónde están? La humanidad, que apesta, abunda. Sin querer, entre pensamientos vas apareciendo tú. Retumban los tambores, se oyen los petardos al igual que mi corazón, sin razón, bombardeando a todo pulmón, pues va a grito de otro color. Vaya, parece que se marcha el dolor aunque es, sencillamente, Fiesta Mayor. Y, yo, que sigo aquí, siendo la mujer derecha, recta, bueno, después de luchar mediante la fuerza bruta, solo queda permanecer, o morir otra rara vez. Me verás aquí, sin barniz ni pintura, coloreándome la absurda sonrisa cuando estás y te veo y me miras. Me tendrás allá, a escasos pasos de ti. Me acogiste en tu mirada, arropándome entre tus manos que formaron el hogar, uno nuestro, quizás. Entonces, para siempre -el resto de nuestros días- me quedé. Estuve tan rota…, ahora soy más roca y menos niña, probablemente más querida por mí misma…, pero si observas, me electrocuto por dentro: soy los mil cables enredados entre ellos. ¿Consistirá en cortarlos todos y dejar solo uno al libre albedrío? Este último, precisamente, es el más injusto, alocado y enturbiado, porque es el que me falta o sobra dependiendo de la ideología, y la perspectiva. Aunque, si pudiese, me colgaría con la mía y allí me estacionaría.
En mi propia perspectiva

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