Entonces, lloró.
Lloró tanto mi corazón, que se ahogó como el océano.
Y, después de tanto llanto, de tantas lágrimas, que se disecaron, paralizándose en el tiempo. Pausa y sequía. Amargura y poca alegría, -poesía-.
Comenzaron a florecerle rosas, tantas, que se pelearon por buscar su sitio en él. Había centenares.
Y tantos forcejeos que se fueron marchitando, pudriéndose del dolor.
Los pétalos, de un rojo descolorido, iban cayendo poco a poco, paulatinamente, al compás de los latidos llenos de dolor. Pausados, quebrantados y desalmados.
Y de estos, nació un ramo, sin amo y con mucha alma.
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