Esa rabia consumida en lágrimas,

esas lágrimas pesadas como el petróleo,

espesas, gruesas.

Ya no salen, al aire; se han quedado atascadas, atrasadas, estancadas en el pasado -amargo-.

Un nuevo sabor quiero,

como el de leerse a uno mismo y saber y entender que aun con todo lo negativo, hay que quererse. Y quererse. De verdad, básandose en una realidad, en la de cada uno.


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