Te veo en los atardeceres, vislumbrándote en la negrura de mis noches más veraniegas, mientras, sin querer, te pienso en cada amanecer. Porque eres aquello que no quiero, lo que más odio.
Un espejismo de mi retrato, píntame a cada rato. Te necesito, curioso es, porque nunca te he tenido en mis brazos; eres aquel ser más anhelado, el adorado por todos los otros, excepto por mí. Porque yo, te odio.
Nada de lo que te escribo tiene sentido, ni tampoco va dedicado hacia ti, aunque tal vez sí.
Pero ti no eres tú, porque el que eres tú, por mí odiado estás siendo. Por decirlo de algún modo, tú no eres tú. Y, yo no soy yo. Porque ni tú ni yo, ni yo ni tú.
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