No, no hay paz en mi interior. Si el exterior está ajetreado, emborrachado, ¿Cómo voy a estar tranquila?
Impaciente y con angustia ansío un futuro que nunca llega.
Y quiero mucho amor, sólo alcanzo el dolor…
Mi cuerpo tirita de frío, los huesos se congelan. No soy persona. Tampoco quiero serlo.
Introspectivamente me miro; el espejo refleja flores marchitas y, alguna que otra, medio a florecer. Estoy creciendo y, volviendo a amar a la Tierra, me admiro.
Me veo queriéndome,
escribiéndome poesía en la orilla de la playa.
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