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Ayer fue irónica la situación. Entra un conocido para no sentirse solo, para sentirse refugiado, y justamente ya hay alguien que lo está dentro de la casa. Porque no hay nada más bonito que compartir momentos, dar abrazos y besar mucho. Pero ¿De qué sirve? -digo yo- si tu familiar más crecano no puede estar ahí en persona. No porque no esté, sino porque no debe.
Es triste y desolador; arranca -el dolor- el alma del sujeto. En este caso yo.
A partir del viernes a las doce y un minuto, decidí pasar cada fin de año como uno más, como uno igual. Ya no lo voy a celebrar desesperadamente, esperando el inicio de algo mejor.
No es aquello que está por venir, es lo que tú quieras que venga. No esperes, sueña si quieres pero hazlo real.
Y hazlo tú mismo.


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