Etiqueta: literatura

  • Me siento bien

    He visto cielos y qué profundos son. Se rompen en el precipicio de la nada, regresando para vivir, o morir más. No sé. Sigo, pero no sé. Pierdo el tiempo, ya no invierto. Aún así, bebo el agua salada que emana de mi piel. Me siento bien.

  • Mi lugar existencial

    He dejado de escribir(me), quizás, a causa de sentir demasiado. Tal vez por desvivirme constantemente. La probabilidad de saber el motivo ha desaparecido. ¿Estaré en un bloqueo vital? Sí. Hace dos noches atrás, después de conversar conmigo misma, mirando en el espejo mi reflejo, una luz se iluminó en medio de la oscuridad. Me saqué de la duda, del bucle sin salida. Toda la vida me refugié entre libros y palabras que salían -y siguen saliendo- escopeteados de mi ser.
    Me disculpo. De mí para mí. Me pido perdón por todo el daño que me causé. ¿Comprendes que si me hubiese querido un poquito todo hubiese sido distinto?
    La vida es realidad y vaya si jode. Te hace estallar. Explotar sangre. Morir y morir. El vacío que experimenté y que, paulatinamente, se va llenando de silencios agujereados. Han sido todo lo que callé por miedo a escupir(me) verdades tan sinceras.
    Empiezo a quererme. Una gotita de amor está cayendo hacia dentro.

  • ¿O creemos que estamos queriéndonos?

    Abro los ojos, estoy pisando dos cafeterías al día. ¿Qué me sucede? Pues que estoy muriéndome en vida. A ras del suelo van mis alas, ya rotas y desgastadas. Aún así, me miro en el espejo y, por fe, lo único que veo es una sombra que traspasa mis luces y se carcome mis ganas. Ayer tuvimos sexo. Fuimos carnívoros. ¿Nos estamos queriendo? ¿O creemos que estamos queriéndonos?

  • Un simple cruce de miradas

    A veces necesitamos un simple cruce de miradas, un «lo estás haciendo bien», que nunca llega. Nos arrastramos por el suelo, vamos cayendo caricia a caricia por un precipicio infinito de dudas. Las cicatrices ya no duelen. Somos inmunes, eso creemos. Creamos sentimientos -sangrientos- que surgen de la nada y, esta, se convierte en todo. Cuando eso pasa, la vida ya ha pasado.
    Se ha volatilizado.

  • Hablando

    Hablo mucho de este tiempo verbal,
    inédito para mí.
    Y de lo poco que soy presente
    -distante-
    dejo de serlo.
    Qué brutalidad:
    el extremo de cada emoción.
    Cerrar de un portazo
    el corazón
    en un momento de dolor.

  • El insecto

    ¿Te has mirado alguna vez?
    La miseria que desprende tu vida, y tú.
    De humana tienes lo mismo que yo de soberbia.
    Estoy sentada, y me siento mal. No es por ti, es por mí. El hecho de que me duela. Tengo que, simplemente, aceptar e ignorar. Pero ese sentimiento que se incrusta como un insecto pica. Y rasco y sigue picando. Qué asco.

  • Cojeo de corazón

    Es irónica la vida ¿No? Al fin y al cabo, vivir en un lugar que nunca fue hogar aún así llamándolo «casa» es contradictorio. Dejar de ser persona a causa de ellos. Ir y venir. Morir y morir: una forma de suicidarse en el mundo. Tendré los años que tenga, pero tengo más heridas sin cicatrizar que vidas. Duele. Me hunde. Jamás seré lo que vosotros queráis que sea.
    Soy texto, palabra y verbo.
    Soy mi propio arte: me construyo y me destruyo al ritmo del viento.
    La superficialidad me habla. Es algo así: llama a mi ventana y dejo que se marche lentamente mientras la observo percatándome de la mierda que se viene. Sí, con ojos críticos y un haz fugaz de tristeza, que divide mi cielo en dos: lo real de lo surrelista.
    Aún así, me rompen. Ya no se trata de cómo me veo ni de cuánto me quiero.
    Simplemente,
    sé paz por mí.
    No me interesa esto: la estupidez humana.
    Y cojéando me voy.

  • Paréntesis

    Con una cerveza en mano, un moño a medio hacer y en bragas, aquí y ahora, empieza mi nueva vida. Sentada en el balcón observo mi alrededor y no consigo llegar a ninguna reflexión. Después de dejar el libro que nunca termina, el que estoy leyendo actualmente en verano, y un móvil vacío de batería, me percato del simple hecho: necesito o me sobra algo. Estoy hueca, no soy dueña ya de mi misma. Simplemente quiero un cambio, un giro. O nada. Y si escribo esto, estas miserables verdades, es porque me quiero encontrar o, quizás, quiero llegar a encontrar. No me pregunto, sólo necesito escribir. Es necesidad. No como antes que era puro placer a pesar del esfuerzo y el sudor, pero era bonito, hermoso. Ahora es duro, y cuesta -arriba-.

    Tengo la mirada fría y caminando en mi era, siendo veinteañera, me pierdo. Y no es malo, al contrario, es sano. Rompe, tanto, que duele, que escuece. No quiero, eso, sufrir. Pero lo hago porque siento a instantes y en pequeñas cantidades. Me digo a mi misma que es hora de cambiar, de pausar y refrescar. La vida, digo. Es un momento de intensidad, de coger, correr y jugar; con las palabras, con las verdades y las mentiras. Y hacer erradas, serlas. Equivocarte y volar mucho aunque luego me estampe y acabe derrapando.

    Y me gusta lo que sale de mí, de mi ser interno, de mi corazón, de mi infierno.

    Ya no sé si estoy aquí porqué sí o porqué no. El caso es que voy a comenzar.

    – 28 de julio del 2020

  • Vaya tristeza

    Amor, lo siento y esta vez no hay excusas ni pretextos. Simplemente que ya no duermo, que mis ojos están tristes y que me siento océano. Que aunque sea lo más hermoso del mundo, es un caos. Soy un puto caos. Mi corazón salta de extremo a extremo. Es una montaña rusa. La paz ha desaparecido. Vaya tristeza. Se agranda, y el nudo en mi garganta también.

  • Sonriéndome

    Créeme que voy con ojeras y que después de tres cervezas soy más humana que princesa. No me interesa. Quiero sólo cuatro segundos, y pasar cuentas para descífrarme. Para descubrirme con intentos y muchas alas que aún así derrapando, puedo despegar. Me faltan tres textos, vivir en gerundio y sonreírme en presente, siempre.

  • Instante etéreo

    Me apetece escribir,
    desangrarme entre letras.
    A balazos y a ratos,
    me muero por besarte en los labios.
    Derrapando en un tiempo inerte,
    tirándolo todo a la suerte
    dejándome llevar,
    y si eso, ya.
    Un mañana que nunca llega,
    un presente que no se vive
    y un dolor interminable
    resurgen día a día
    al mirarme al espejo
    y reflejarme sin querer
    en una brevedad
    siendo el instante etéreo.

  • Horizonte salado

    Necesito mar, mucho mar.
    Y sal y lamerme los labios y estamparlos en los tuyos. Con mi vestido amarillo, desnuda de dudas y miedos, sentarme a tu lado en la orilla. Mirar el horizonte, y luego observarte. Sonreír. Vivir a base de risas en el corazón que late enamorado de la vida, de ti, de mí. De todo. Lo más hermoso es eso: ser en gerundio y amar.
    Qué paisaje,
    ahí.
    Un cuadro pintado a verbos, a tiempos, a latidos. Sin pintura, solo con los sentimientos encuadrándolos en un momento inédito y lleno de nosotros.

  • El cielo

    Ansiamos un cielo,
    otro distinto.
    Más eterno
    y menos breve,
    para introducirnos en él,
    acariciarlo con el corazón
    y dejar de ser noche.
    Comenzar a vivir
    en gerundio
    y a cámara lenta.
    Retroceder y rememorar
    aquellos momentos
    instantáneos,
    escopeteados a balazos.

  • Un cuento perfecto, Elísabet Benavent

    Es un libro que, después de leer las primeras cien páginas, te cala. Y tan adentro que empatizas hasta contigo misma cuestionándote realmente si a ti también te está pasando. Si te estás dejando o si necesitas, simplemente, fluir con la vida como cuando eras una niña.

    Un cuento perfecto es una novela de romance contemporáneo publicada el 2020 escrita por Elísabet Benavent (Valencia, 1984). Esta obra trata sobre la introspección de uno mismo. Sobre la autorrevelación. Una forma de encontrarse, de quererse y de amar.

    Margot, la protagonista de esta historia está rota, vacía, y hace un viaje introspectivo. Después de un ataque de pánico el día de su boda, estalla de la forma más cobarde: huyendo. A medida que avanza la historia se observa una evolución del personaje. La forma en cómo se enfrenta a diversas situaciones, y también emociones, es distinta. No es la misma en el inicio del libro que al final. Su transformación va desde la semilla hasta el hecho de florecer; el acto de amarse. Otros personajes destacables son Filippo, David y las hermanas de Margot (Patricia y Candela), que están muy presentes en su vida.

    Benavent provoca que sientas, sobre todo aquello que hay dentro de ti, para que estalles de un portazo y te estrelles contra la vida. Se trata de abrir los ojos, de abrirte al mundo. Al amor propio y ajeno. Es un cuento tan imperfecto que acaba siendo predeciblemente maravilloso.

  • Un cuento perfecto de Elísabet Benavent

    Es un libro que, después de leer las primeras cien páginas, te cala. Y tan adentro que empatizas hasta contigo misma cuestionándote realmente si a ti también te está pasando. Si te estás dejando o si necesitas, simplemente, fluir con la vida como cuando eras una niña.

    Un cuento perfecto de Elísabet Benavent

    Un cuento perfecto es una novela de romance contemporáneo publicada el 2020 escrita por Elísabet Benavent (Valencia, 1984). Esta obra trata sobre la introspección de uno mismo. Sobre la autorrevelación. Una forma de encontrarse, de quererse y de amar.

    Margot, la protagonista de esta historia está rota, vacía, y hace un viaje introspectivo. Después de un ataque de pánico el día de su boda, estalla de la forma más cobarde: huyendo. A medida que avanza la historia se observa una evolución del personaje. La forma en cómo se enfrenta a diversas situaciones, y también emociones, es distinta. No es la misma en el inicio del libro que al final. Su transformación va desde la semilla hasta el hecho de florecer; el acto de amarse. Otros personajes destacables son Filippo, David y las hermanas de Margot (Patricia y Candela), que están muy presentes en su vida.

    Benavent provoca que sientas, sobre todo aquello que hay dentro de ti, para que estalles de un portazo y te estrelles contra la vida. Se trata de abrir los ojos, de abrirte al mundo. Al amor propio y ajeno. Es un cuento tan imperfecto que acaba siendo predeciblemente maravilloso.

  • Amor personificado

    Después de aquella pelea absurda, del viaje en coche, de la broma de mi padre, de la adrenalina en mi estómago, de una caricia y de llegar al restaurante, sonreí. Porque me sentí, porque estaba viviendo el presente. Claro que el dolor estaba en mí, pero era uno distinto. Al observarme, la espontaneidad y el sol de mi interior, me gusté. Me sentía querida por ellos y gracias.
    A todos.
    A aquel caos de mi corazón que reafirmándose se colocaba otra vez. Y no con alcohol sino con amor. Uno dulce, tierno.
    En mi mente apareció un carrusel de imágenes de las personas que componían mis días. Pasó fugazmente, como flashes. Qué hermoso, palpitó mi corazón. Se dio cuenta de que aquella situación, la nueva etapa, era tan valida como yo misma. Que era el bien, la sinceridad y la honestidad con cada uno.
    Era el amor personificado.

  • Va pasando

    Me pasa que llega la noche y me apetece leer, empaparme de literatura. Después de ponerme el pijama, sentarme en la silla y encender la lámpara, se detiene todo aunque el mundo siga girando. Porque me quedo sentada, mirando la nada y sintiendo mucho. Este domingo ha sido intenso. Calor, dolor, empacho y mucho amor en compañía. Y pensar que en nada todo termina, que son tres segundos, como una caída desde un precipicio y estrellarse en un precioso mar ópaco. Así es la muerte.
    Y la vida se me pasa.
    El acto de leer también.

  • Autoestima

    El tiempo se acaba
    y yo que quiero volar.
    Sacar las alas y derrapar por el cielo,
    que aunque quiera el suelo
    voy a amar(me).

  • Corazón con corazón

    El repiqueteo de mis corazonadas
    a conjunto con tus labios,
    hacen juego.
    Amor,
    poco dolor
    y el arte,
    el de amarse en gerundio y al instante.

  • La nada

    Todo se acaba perdiendo
    quedándose en el olvido.
    Aquella libreta con cuatro esbozos,
    aquel pensamiento,
    aquel océano,
    aquel andar.
    Un pie delante del otro
    deja atrás el recuerdo
    y durante el camino recordarás
    la nada.

  • Ojos tristes

    Tengo sueño e insomnio,
    ¿Cómo se lo explicas eso a alguien?
    ¿Cómo le cuentas el sentimiento?
    Aquel amor
    que fue arte con arte
    confundiéndolo con dolor.
    Parsimonia por las calles,
    locura
    y un beso detrás de otro
    -amarme falsamente-
    para darme a entender que ya no puedo más.
    La sonrisa, aquella traviesa que se asoma a mi boca,
    me delata.
    Mis ojos también.

  • Vaya forma de vibrar

    Esto, es incomprensible
    porque te veo
    y me miro en el espejo.
    Nos veo y me cuestiono torpe y con miedo:
    ¿Por qué tú de mí y no de otra?
    Si estoy rota, y loca.
    Si soy la mar más caótica que abunda de muchas tonalidades y matices.
    A rebosar de inquietudes
    intento sincerarme y ver la realidad tal y como es.
    Quizás, como dijo mi padre,
    es mi percepción.
    Una forma de observar el mundo;
    la introspección
    -como soy es como palpo la vida-.
    Y vaya forma de tocarla, de vibrarme.
    De vaciarme.