sola, sin alma, deshilachada, deshecha. Me dejaste en medio del sueño que tuve, el que nunca se cumplía, el que siempre se quedaba en mitad de la utopía. Me dejaste con ganas y sin fuerzas, me enamoraste hasta no poder más, hasta explotar. Me conquistaste con la mirada, me agarraste para dejarme ir. Y yo me volví loca, hice locuras. No me arrepiento, te quise en aquel momento. Sólo durante una eternidad finita. Sí, tenía fin. Pensaba que duraría toda la vida, y parte de la muerte. Pero ya ves que las flores se marchitan, como las almas se deshinchan dejando salir todo el aire jamás soplado en tu nariz. No pude besarte todas tus cicatrices, no pudiste quererme. No nos hicimos el amor. Y mira que yo quería. Te quería. Pero, ¿Para qué? Enferma estaba, me enfermé, siempre estabas en mi cerebro. Y ahora se abre otra cicatriz, escribiendo de ti. De ese dolor. No sé cuando pondré un punto y fin. Porque de fin no hay, como tampoco hay principio, por eso nunca paro de escribirte. Por eso nunca me detengo, por eso siempre hago un último suspiro esperando a que te plantes debajo de mi casa y me grites. Me grites que me amas.
Me dijiste que necesitaba amor, sí, el tuyo.
Deja un comentario