-Eres el único que me entiende. -Pensé, pero no se lo dije.
Fruncí el ceño y me lo quedé mirando, pensativa. Era todo lo que necesitaba para ser feliz. Y, aunque mi felicidad no podía depender de alguien, era de aquella forma, la norma del amor: cuando uno se enamora, su felicidad depende del otro ser.
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