Balazo clavado en un pedazito de mi corazón quebrantado, y aunque simplemente se haya incrustado en uno de ellos, ha venido envenenado, contagiando a todos los restantes. Y ahora me he enamorado, dejando mi cuerpo muy ilusionado. Mis venas se deslizan como las olas, que chocan contra la roca, intentando acariciarla, querer convertirla en un tejido lleno de delicadeza, borrando el dolor, sellando una canción eterna de amor. Afinando las notas, para cuando suenen, que la voz escuchada sea dulce y no áspera.
Ámalo, otra opción no hay ¿o sí?
Lo que no comprendo es porqué me pongo a escribir los últimos días de verano, y no los primeros. Será que he llegado a mis finales cosechas, y he podido concluir aquellos temas. ¿Sabes de los cuáles te hablo? De todas las dudas que me surgieron sólo la primera vez de verte. Aún te recuerdo, y también aquel momento. Qué rápido pasan los días, fugados en el tiempo. Y nosotros -tú y yo- perdiéndolos.
Que estoy en la ilusión, buena estación, y que no quiero detenerla porque sé que la caída será de prisa, tanto, que el golpe me romperá otra vez. Pero yo pregunto ¿una vez que ya se es roto, se puede volver a romper? Lo tengo tan inculcado que digo un SÍ a ciencia cierta. La mía claro, la que sin querer estudio cada vez que me pongo a escribirte cartas, sabiendo que nunca llegarán al remitente.
30 de agosto, 2016
01:02 h
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