He salido al balcón un jueves por la tarde, y me he dado cuenta de lo bonita que es la vida si la respiras sin observarla con los ojos. Si sólo te detienes a reflejar tu corazón en el cielo. Si lo dejas palpitando. Porque, sin querer, fluirá. Volará, sentirá.

Y qué hermoso: ya no hay dolor en este pozo, sólo amor y un poco de paz. Que se agradece.

Estoy respirando; «y por fin», me digo.

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