Estoy aquí, como una estúpida, dando vueltas en la cama. No son ni las doce, pero ya han pasado las diez.
Me duele la garganta y, sólo, puedo ofrecerte mi corazón rasgado y unas cuantas lágrimas, uñas mordidas y mis ojeras.
Y es que me he puesto la alarma; sonará a las siete y media y vete a saber si me levantaré.
Estoy, aquí, esperando alguna acción tuya aunque sé que no me dirás nada.
O quizás me equivoque. Ojalá sea así, un error.
Ya no puedo más, y no porque me duela el corazón, ya que lo tengo apagado.
Medio marchitado.
Soy humana;
puedo llorar,
puedo hablar,
puedo sonreír,
puedo gritar
y accionarme.
Pero de eso último ya no sé.
Soy una luz parpadeante,
una semáforo en ámbar,
un faro moviéndose inquieto.
Qué pena.
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