Etiqueta: dolor

  • A veces

    A veces no paro de recordar;
    épocas duras,
    momentos inestables
    pero comprensibles.

  • Tristeza

    Hoy me permito estar triste,
    me dejo ser así.
    Porque somos facetas,
    de nosotros mismos;
    nos influencian los otros.
    Y quiero recordarte
    que puedes
    -puedes-.
    Sal al exterior y
    vuela desde dentro.
    Saca ese pecho tan grande que tienes,
    y vívelo.
    Exprímelo.

  • Sensación rara

    Hoy he sentido;
    Que no me prestas atención,
    que no me respetas.
    Y así me pierdo,
    me hundo,
    me muero.
    Soy una muñeca de cristal que se rompe en un millón de pedazos con sólo un toque ligero.
    Y, lo siento, pero hay ciertas cosas que no voy a tolerar.
    Necesito tiempo,
    necesito espacio
    -mental-.
    Me necesito,
    más a mí que a ti.

  • Imperfectos

    Tengo poco pecho, mucha cadera y rollitos de primavera en mi barriga. Mi trasero no está firme y tengo algún que otro grano en el rostro.
    Que vale, que no soy perfecta. ¿Quién dice que hay que serlo? La sociedad; tan hipócrita, tan poca cosa y, lo peor, formada por nostros.
    Que manía tenemos, tienen, tenéis en tener que ser sí o sí la perfección. ¿Pero que no os dais cuenta de que no existe?
    De cara viene la crítica negativa, que apesta, que duele: «Te has engordado», «No tienes la barriga plana», «Mírate, si se te cae el culo»…y un sinfín. ¡Pero qué absurdez! Eso de no querernos todos e ir a una. ¿Por qué nos machacamos tanto los unos a los otros? ¿Por que no en vez de repartir dolor repartimos amor?
    Lo hermoso es que somos distintos y, a la vez, tan iguales.
    Nos llamamos humanos y, qué pena, no lo somos.
    Yo estoy cansada, ¿Vosotros no?
    Cambiemos el mundo, la sociedad. Cambiemos nuestra forma de vernos, de observar a los demás. Admiremos la belleza, disfrutemosla.

  • Arañazo profundo

    Paul Auster me ha achicado el corazón con sus palabras. Me ha dejado pensativa, destruyéndome. Ha sido un instante de reflexión, un momento muy íntimo que conecta con mi pasado. Aquello que sentía superado, me vuelve a doler, pero esta vez fortaleciéndome.
    Ha sido un pellizco en el pecho.

  • Actos (de fe)

    Gracias por decirme que me quieres, pero demuéstralo.
    Es muy fácil decirlo y es sencillo hacerlo.
    Hay veces, días, en los que me siento triste y tú sólo me tocas seduciéndome hacia ti.
    Y no me arropas con tu corazón;
    me duele.
    Mi cuerpo tirita de frío y ya casi es verano.
    Es raro.
    Seré yo,
    serás tú.
    O seremos nosotros que ya no somos,
    y si sí, a momentos que se amontonan solos poco a poco.

  • Curiosidades

    Es curioso como los que triunfan, los que están arriba, están abajo también.
    Anímicamente depresivos,
    locos
    o raros.
    Poetas de la vida,
    quienes han experimentado.
    Los de calle, los que saben amar el arte de cualquier forma.

  • Otros dibujos

    Veo que esto me ha hecho daño, y me duele. Estos dos meses sin vernos han sido el atardecer más vacío.
    De tu vida,
    de la mía.
    Algo se ha roto;
    no sé si el hilo rojo,
    no sé si nuestros corazones tristes,
    no sé si aquello que más nos unía.
    Nuestros labios,
    nuestros cuerpos.
    Porque nosotros sin ser, somos
    y, siendo, dejamos de serlo.
    Como estar sin estar.
    Estoy decepcionada;
    lo esperado,
    la expectativa,
    se ha roto en cristales pequeños.
    Ya no somos los mismos de antes;
    y es que a pedazos,
    a esbozos
    y a peldaños cada vez más gruesos,
    nos desdibujaron para pintarnos siendo otros.

  • Fantasía ilusa

    Yo no soy de esas que cuando escucha algo bonito se lo cree,
    no soy de esas que necesita oírlo para creerselo,
    ni sentirlo para decirlo.
    Soy de esas que te folla hasta el alma,
    que te arranca las palabras más dulces para que las sueltes
    y que te hace estremecerte hasta la punta de los zapatos.
    Porque puedo entrar en tu interior,
    y quitarte el interés
    dejándote ciego de amor.
    Y que al pisar el dolor lo confundas con una ilusión,
    tropezándote con la perdición.

  • (Des)amor

    Todo o nada.

    Ya no lo sé.

    Ella, andaba por las calles de Barcelona, centrándose en la música que salía de su ipod y en sus pensamientos tan desordenados. Tenía un objetivo en mente: no llegar a ningún lugar. Andar sin ningún rumbo. Se sentó en un banco y se puso a observar el paisaje, más concretamente, las hojas otoñales, como sus ojos, reflejados por el sol, deslumbrados de llantos intermitentes, indefinidos, imprimidos, interminables.

    Al cabo de un rato, alguien se sentó a su lado. No era un anciano, tampoco un niño sino él. Su amado, en pasado, pues ya no lo amaba, ni lo quería. Y es que aquel sentimiento que parecía no terminar, terminó. Se heló y se deshizo.

    -Hola -entabló conversación él.

    Ella, sutilmente, giró su cabeza hacia la izquierda y le respondió con otro «Hola».

    – Necesito saber de tu pasado.

    -Ya no importa.

    – ¿Por qué?

    – Porque, en algún momento, no sé cual, me dejaste de importar, te dejé de importar.

    – Lo sé, sé que sientes que no me importas, pero es todo lo contrario.

    – No me lo has demostrado y, si lo has hecho, no lo he percibido, ni lo he notado. Tus actos no han dicho tus palabras, tus palabras no han dicho tus actos. En resumen, que no has hecho lo que estás diciendo.

    Y se levantó, con los ojos cristalizados, como ya era habitual en ella. Porque las flores se marchitaron, porque su pasado le dolía demasiado. Porque nadie la comprendía. Porque nadie la había cuidado. Ni el mínimo detalle, ni la mínima intención. Nada de nada.

    Las hojas otoñales iban cayendo de los árboles, poco a poco, deslizándose, perezosamente, por las corrientes del aire. Y, ella, iba, poco a poco, derrumbándose hasta quedarse sin aliento, hasta dejar de quererse, hasta dejar que su corazón bombardeara, hasta llegar al odio máximo hacia el mundo.

    Frustrada, aquella era la palabra. Frustrada. Le gustaría que alguien, alguien en aquel mundo, sintiera amor eterno hacia ella. Pero aquel verdadero, el que se siente, el que no miente. El que tiene fundamentos. El que no tiene sollozos, el que tienen sonrisas y, alegrías.

    Las lágrimas resbalaron por sus mejillas al compás de sus pasos andar, por encima del cemento, por debajo del infierno, por el medio del cielo. Alguien, tocó su hombro derecho y, ella, se giró mientras sus hombros subían y bajaban rápidamente.

    – Muñequita, no llores. ¿Qué te han hecho? ¿Y quién? Debería ser un desalmado.

    No lo dijo, pero lo pensó: «Yo, yo soy la desalmada».

    Sus llantos se intensificaron. Y ella no se daba cuenta de que, quien la abrazaba, era a quien había amado.

    Tampoco sabía que ella misma se había destruido. Que era las consecuencias de sus actos y que las causas iban más allá de sus errores. Y que, sus errores, eran más grandes que sus consecuencias, porque de sus causas descendían las consecuencias que, anteriormente, amanecían los actos para equivocarse. Para desalmarse.

    – 25 de Octubre de 2017