Como el viento soplando en primavera
y una lágrima cayendo en la misma era.
Una mujer medio vacía,
llenándose la otra mitad de amor,
yacía en una imagen floral
mientras evitaba el dolor.
Porque en su mente,
el sol resplandecía
y ella moría en los brazos de él.
Por amar y ser amada.
Eran jóvenes,
y con mucha esperanza y fe
partieron hacia un rumbo.
Qué más daba si todo lo que compartían era un cariño eterno,
aunque efímero.
Envejecerían,
sus rostros,
sus cabellos,
sus pieles.
Y arrugados quedarían,
de corazón y alma florecida, enternecida.
Acariciada por sus bellas miradas dedicadas mutuamente,
que hacían que la hermosura del querer fuera único e irrepetible.
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