Insignificantes los colores

No sé qué significado tiene esto, ni tampoco qué rumbo tomará, pero he salido a la calle y algo inexplicable he sentido. Como cuando la ciudad -la mía- se derrumba a pedazos y no hay manera de arreglarla. Las paredes caen, una tristeza profunda te invade y los colores, que antes vibraban y tenían color, ya no brillan, ni relucen. Tampoco estallan. Son todos iguales, llenos de monotonía y con pocos matices. Porque están depresivos. Son abismos; unos, más profundos y, otros, menos. E intento, dentro de mí, encontrar el sentido de todo mi caos, de mi existencia que actualmente es rara e inusual.
En este punto de mi vida necesito tres cosas: amor, paz y estabilidad, que son abstractas y muy necesarias. Son sencillas y a la vez tan complejas… Que una ya no sabe nada. Ni de los demás -la gente- ni de ella misma.
Es cierto que dicen “que la vida son dos días”. Agrego, luego de la frase, que son dos birras y un amor de por vida que te marca calándose en los huesos, en los sesos. Déjame decirte, amigo mío, que todos estamos equivocados en lo que sentimos. Porque hoy sí, ¿pero quién te dice que mañana también? Nada es seguro en este mundo y el amor mucho menos ya que es algo inestable, impredecible y cambiante. O aumenta día a día construyéndose, o se pierde. Hablo, también, del amor propio que sigue siendo amor y un quizás constante. No siempre una se quiere, ¿Cómo podemos, entonces, querer a los que nos rodean? El ser humano ya de por sí es difícil, complejo e inútil porque no piensa y se mueve por impulsos.
Espero que no me odies después de esto, pero quiero intensidad, vivir al límite como si nunca pudiese morir o matarme.



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