Vida

Puedo hacer lo que me dé la gana con tu cerebro. Estrujarlo, romperlo. Dejarlo liado y un poco desordenado, que quizás, ya jamás volverá en su lugar. También puedo malcriar tu corazón ¿lo dudas? Déjame, que soy buena, demasiado, que hasta con una mirada engaño; enciendo la chispa y oculto el daño, que sentirás en los minutos siguientes – escondidos en un tiempo entero – jamás rehechos otra vez. ¿Y sabes por qué? Porque soy más fría que el hielo, porque tengo el corazón de hierro. Porque ya no siento, porque me da igual tu existencia, por lo tanto, la mía menos. Pero si un día de estos me dejo llevar contigo y llego a ser sensible, querido mío, te lo juro – aún así sin gustarme jurar – que habrás pasado el límite, y habrás conquistado uno de mis pedazos rotos hasta lo más profundo. Que sepas que sólo es uno, que con los otros puedes cortarte; hasta tan intensamente que dejarás de vivir. Y, lo siento  porque lo sentí y sigue siendo así, que la esperanza de tu luz se habrá apagado, y la causante de ese dolor seré yo. Siéntete ya, que después sólo estarás.


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