Tienes que saber que mis peores días son cuando llevo un moño, deshecho, sin decorar. Cuando no tomo ni galletas para desayunar, cuando llego tarde a cualquier lugar. Cuando me olvido los libros o el estuche. Cuando me mancho los pantalones. Aun así, si se pone a llover, mi amargura no crecerá.
Tienes que saber que me paso la mayor parte del tiempo soplando, maldiciendo y llorando en silencio. También duermo y de sonreír nada.
Tienes que saber que prefiero que te acuestes a mi lado y, sin palabras, entenderé que la vida se me hunde pero que tú estás conmigo y, eso, para mí, ya no es dubitativo.
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