Quizás, desordenando mi cabeza, o mi corazón que va ensangrentado, arrastrándose, encariñándose en un pasado. ¿Tal vez así huya y disminuya el dolor? Lo que pasa es que me da tanta pereza existir que no sé ni cómo sobrevivir. Pensé, sentí tan adentro, que el amor dolía. Resultó ser el desamor y la forma en que me quisiste que no es la que me pertenece ni la que me merezco. Cerrando etapas, así voy, así me ahogo, pues intento plantar la semilla, pero se considera tan metafórica que me pilla y, de tan pícara, se pellizca hasta arder y jamás florecer. Me quiere morder y soy tan lenta que culmino en el otro placer. ¿Cuál será? ¿Tendrá nombre? ¿Y apellido? Luego de ubicar las caóticas ideas, me quiero quedar, y ya. ¿Que cómo será? ¿Qué sucederá? El destino ya se agotó de ir tirando balas, así que como actualmente voy tomando decisiones, ¿Será que por eso todavía me pierdo?
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¿O sí?
Después de la herida, la semilla. ¿Cuándo cambiaré de registro? ¿De qué manera? Los pies y las corazonadas despedazadas, sin esperanzas, se me solapan. Estoy, de hecho, voy triste, y enloquecida por la rosa marchita. Me gusta el monstruo, y de la sombra que atrasa y arrastra, ¿A qué se dedicará? ¿Con quién insistió tanto en un pasado? Me arraigo, me enredo, me atrapo, porque mis pensamientos bailan al son del viento muy espeso. Si hablo del enamoramiento…, se difuminarán las luces creando un cielo. Anoche vi las estrellas que me remontaron a la tristeza más inédita; la mía. Aquellas, tan bellas y eternas, eran todas las bombillas petadas. Estallaron de toda la soledad que fueron llevando. Cortando de raíz se me ha disecado la cicatriz. Y perdí la última perdiz, pues ya no hay un final feliz.