Pues siguiendo con la trama lineal, ¿Cómo decirlo? ¿Cómo expresarlo después de haberlo escupido más de treinta veces? Que ya no te quiero, tampoco te aprecio porque me dueles, me raspas, me quiebras las costillas: mis pulmones me asfixian. Es todo tu culpa. El hecho consiste en despedirse, aunque ya lo hice en distintas ocasiones. El problema es que lo expresé siempre desde la misma forma y hasta que no rompa la norma, hasta que no me mueva, hasta que no avance o, al menos, mueva mis talones, jamás podré subirme en mis propios tacones. Y, sin querer, con mucho vaivén, me cuestiono: ¿Cuándo será el momento adecuado? ¿Acaso existe uno? Voy, vengo, vuelvo, me vuelco y regreso al inicio, porque después de un mísero año sigo presa en la peripecia. Tiempo atrás era sencillo el acto de pegarse tres tiros para caerse una muerta. Ahora, resulta que te estoy queriendo. Me regaste día a día la semilla actualmente recién florecida. Ya no soy la chica que a priori parecía una niñita. Soy la mujer querida por ella misma, y por ti. El pequeño inciso es el monstruo, que no viene ni de la ventana ni sale por debajo de mi cama. Cierto, me he convertido en la fuerte. ¿Para qué servirá? Te hablo del villano, del malo, de aquel que te ahoga en su maldita oscuridad y te va hundiendo porque así lo va sintiendo, sin siquiera parecerse al hechicero. Es un maldito embrujo, así, vestido con su bata blanca y su barba aparentemente negra. El lobo más feroz de la manada se ha comido todas mis carcajadas. Suerte de la fe que parecía descolgarse, pero que se va abrochando los botones… la gabardina está llena de hilos ya cosidos. ¿Sabes qué significa? Que la luna convive menos sola, porque el sol está iluminándola, allá siempre, a la vuelta del amanecer. Y, ella, tan bella, va brillando entera convirtiéndose en eterna.
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Enamoramiento hechicero
Las estrellas se descuelgan del cielo ennegrecido, resulta que se van cayendo mientras se deshacen. Se deshilachan. Ahora, de repente, de golpe y bombazo, o portazo, amanece ese latir tan intenso, pero yo sigo inerte. La luna allá brillando tan dentro de su soledad que ella misma se ahoga, se marchita. Cuando se mira, sin querer, en el reflejo del océano se percata de un simple suceso: siempre estará encadenada en ese enamoramiento hechicero. Parece algo eterno, tan sempiterno, demasiado efímero, pero es incapaz de desprenderse, así que se desvanece. De forma intrínseca está encarcelada. Es la cara de la ironía, de la patada, de la bala perdida; la mía. Ahora, sin querer, la metáfora de la loba solitaria danza enturbiada.

