Ir queriéndose a una misma al vaivén del run run del mar. Caerse, y que de corazonada a corazonada salte eso que bombardea dentro de ti tan fuerte, con tanta furia y de un sabor más dulce que amargo. Es la fiera que quiere salir a la profundidad e introducirse en otro amar, para luego enfurecerse de un amor bonito y leal. Es la madrugada de San Juan y con mi falda de flores, de colores verdosos, rosados y azucarados, voy estando bien. Armarse de valor, de uno entristecido y, en el chocar del enamoramiento, la ola nace, la que quiere saborearse, oler a sal y a arena y a cal y a alegría, que trasciende: ha dejado de ser hueco convirtiéndose, y convirtiéndome, incluso a mí, en otro latir. Aunque el cielo esté nublado, siempre va saliendo el sol, o la luna ennegrecida que brilla siendo la soledad absoluta. Ya quiero ser la loba o la bruja o la penúltima vida de la felina hambrienta, porque estoy preparada para lo que venga, y aquellos segundos que se marchan, que machacan o se arrastran… quieren dejarse existir, vivir.
El ambiente está abstracto, de un sentir bastante cálido, de un ver encanelado, enternecido. Un cuadro, ni gris ni pálido, tampoco lleno de anhelos ni a rebosar de deseos. Está vacío de todos los sacrificios ya hechos, que culminaron, quedándose estrellados en el pasado. Las caricias, los besos y los amantes siguen locos, y la música, que resuena en mis pupilas, solo se dedica a arroparme mientras voy queriendo al son del viento, tocando el suelo y a ras del cielo, en esta playa a las cinco de la mañana, que parece ser, por fin, un invierno estival. Y tanto que derrapo por mis raíces de donde se deshacen o rehacen las cicatrices. ¿De heridas? Pocas, la mayoría ya curadas, u odiadas o alocadas. El caso es que voy a terminar para volver a empezar.
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El amor impropio de mí
Qué hermoso, el quererse
¿Sabes qué sabor tiene el amor? Uno agridulce, quizás. En el más allá lo masticarás, incluso lo tragarás. O un balazo chocará contra tu cuerpo invisible e indivisible. Te crearás; serás. Otra forma de palpitar: entre bucles, pues eras tan transparente que, al cabo de diez años contados de pedacitos de arena, sumándose de tres en tres, te ves. Te reflejas en un océano indistinto, pero presente. Estás latente. Después de tantos entonces, te quieres de forma rara, lo eres. Eso de ir y venir y ser y caer y morir son nimiedades y, a pesar de todo, quedas en la nada. En una neblina espesa y tu cerebro es un «tabula rasa» que arrasa. Solo puedes, porque sientes, escribirte, y hay momentos que sin impulso ni lápiz ni papel ni corazón, y con mucha coraza que rebosa tu caparazón. ¿La razón? La dejaste oculta, ¿recuerdas? Sí, me rememoro en otro espejo y con otros reflejos y me percato de algo, de un hecho (o dos): que los días ya están contados y que culmino en la cumbre de mi sencillez, que el atardecer resurge entre mis pliegues risueños y que soy, queriéndome, una nueva mujer ya florecida. Oye, qué bonito se siente.
¿Cómo perder el tiempo?
Tan sencillo como ir a comerse las bocanadas de aire en el mar, observar el horizonte y creerse que todo está bien. Por un instante, aunque sea efímero, lo es, pues vas creándote en un vaivén sereno y es el más bonito, y sano. Perder el tiempo consiste en perderse a una también, o creer que estás perdiéndote. Solo necesitas abrir los ojos otra vez, agarrar la perdiz, dejarla que vuela más allá del cielo, arrasando las nubes de algodón, y volar, o ir volando.
Hacía tantos días que me sentía de aquella forma, no sé cuál, simplemente estaba más que era. La verdad es que hay veces que ni te percatas de que estás siendo en un gerundio sempiterno, brillando al lado contrario de las montañas.
Y, oye, ¿Cómo se siente ir perdiendo tanto el tiempo? Calcúlame los segundos, luego ya hablamos o nos ponemos a contarnos cuentos, de aquellos que están a rebosar de mentiras eternas, pero infinitas. ¿Cuando éramos niños qué? Pues nada, y con todo ello, perdíamos tanto el tiempo, invirtiendo en un nosotros con una amplia sonrisa.
Pero aquí sigo, perdiéndome en mí: es un acto de valentía muy hermoso, ¿O no? Porque mientras te caes en picado y verticalmente, al cabo de varios daños, te das cuenta de las alarmas, y de tus cuentas pendintes contigo misma. Así que, bueno, no sé qué será ni cómo, solo siento que voy viviendo al son de mi corazón.
¿Ahora? Un nuevo punto, y seguido, y a seguir perdiendo el tiempo.
Siendo feliz como una perdiz
Llevo días sin describirme, introduciéndome en otro vaivén que viene más que se va. Voy bailando entre mis raíces. De ellas nacen las flores, nacen, y ya no se caen. Y, yo, que me creía perdida, oculta entre sombras, ahora, estas son otros borradores, ya desechados, y guardados en el cajón de mi corazón. Déjame estallar, me dice la otra del espejo donde me reflejo sonriendo. Por fin ya no siento ese «por fin» tan ansiado, y angustiado. Simplemente, ser.
Soy feliz como una perdiz, o dos.¿En qué consiste quererse?
En caerse continuamente sin querer, en tirarse por el precipicio de tu corazón y estallar, o estrellarse, en la penúltima coma del párrafo.
Quererse, o deshabituarse para regresar con un impulso desde el revés, es eso. Tiempo atrás, por no decir años, estuve estancada, atragantándome siempre en el final que fue otro inicio, porque hay veces, y ya.
Entonces, un momento en cualquier día esporádico de tu vida, la cabeza, la tuya, hace un click y no una sola vez, sino varias hasta que el click estalla de una forma abstractamente tan fuerte, tan arraigada y al mismo tiempo alejada de ti, que sellas el punto final de tu etapa pasada.
Estás en otro quehacer, en un nuevo tiempo inédito.
Y en esto, justamente, consiste quererse: en dejar de quererse. Hemos creído, o nos han hecho creer, que quererse es querer quererse, y no. ¿Cuántos intentos hice por querer quererme y al final culminé desocupándome (de mí)? Necesitas clicks en tu vida, que tu mente haga un tabula rasa, arrase y se reinicie.
Sé que es complicado, que cuesta arriba, pero cree en ti. Y créetelo mirando hacia atrás para aprender cómo eras y cómo quieres seguir siendo o querrías llegar a ser. Consiste en dejar, mejorar o iniciar.
Por ejemplo, gracias a la escritura, hubo un texto que decidí leerlo, después de haberlo escrito hacía meses. No fue el hecho de leerlo sino de analizarlo y, por consiguiente, verme a mí en un pasado. Y, oye, se sentía mal, fatal, pero el acto de haberme descrito y poder haberme comprendido en mi yo-poético antiguo hizo un minúsculo click aquí, en mi corazón: estaba empatizando con la Anna del ayer.
Cuando me miré en el espejo dejé de ver reflejos y empecé a verme a mí y, aunque tenía aún muchos clarobscuros, pude alimentarme de una sensación tan simple que me inicié en la honestidad conmigo.
Paulatinamente, a ras del reloj, dejé hundirme en mis propios textos: estaba comprendiéndome. Estaba entendiendo a un yo que jamás se puso a leerse entre líneas. Se sintió bien, por eso, a día de hoy, sigo haciéndolo…
Me raspo las rodillas, me rasgo las costillas, ahondo en mis líneas descosidas y las deshilacho aún más, porque a garabatos y con saltos directos al vacío, regreso todavía siendo otra. Me encanta.
Oye,
bésame las entrañas que no están húmedas, pero conquístalas con besos enternecidos: quieren amor. Las ojeras, los latidos y cada una de mis sonrisas bailan al son del corazón: se están queriendo para amarse. Me voy a quedar sin latidos de tanto ir armándose. Qué vaivén más sencillo, solo consistía en dejarse ir de forma vertical, que para caer de cabeza al suelo están los sueños rotos. Cómete el miedo, tiene un sabor espeso, está bueno. Al final resultó que eran bocanadas, ¿Sabes de qué? De aire y, léeme, huelen a colores. Ahora soy inmensa: caparazón, razón y el reflejo del espejo somos infinitos. Sencillamente, una (sombra). La escopeta es innecesaria, las balas tampoco las quiero. Con la libreta llena de garabatos, una vida con encanto, las nubes estallando… ¿Para qué quiero siete vidas como la de los gatos? Si ya siento, si ya estoy viviendo intensamente: en una he metido las ocho, incluyendo la muerte. Justo, en el otro momento, el del lado izquierdo ¿O era el derecho? Se me metió adentro una pestaña, spoiler: es la de la suerte. Posdata: me quiero con intención.
Mi domingo
¡Buenas! Hoy es mi domingo, sí, el de pegarme tres tiros o hacer un doble giro para quedarme de pie, o del revés. ¿Sabes qué? No hay nada mejor que un café a conjunto con un cruasán, y una breve, pero bonita sonrisa. Tampoco está de más ir echándose de menos a una misma. Luego se remonta, así impersonalmente, hacia el despegue: el acto tan hermoso de quererse. Porque voy agarrando las bocanadas de aire a ras del suelo y entre vaivenes, los cielos se caen, como mis seres internos. Otro día ya hablamos de infiernos.
Te dejo por aquí mis obras literarias: Aurora, Descendent y ¿Te puedo escribir algo?
Pd. Gracias por leerme,
que abunden las sonrisas,
y las alegrías.
¿Cómo mejorar la autoestima?
¿Qué es la autoestima?
La autoestima, como dice Google, «es el aprecio o consideración que tiene uno de sí mismo», que en pocas palabras es quererse a uno mismo.
¿Cómo mejorarla?
Primero hay que hacer una introspección exhausta con la siguiente pregunta: ¿Te quieres? Una vez sepas en qué punto de partida estás, podrás mejorar la autoestima. Eso sí, si quieres. Porque si uno ya no quiere, no puede. Esto es lógica de vida.
Aquí hay que centrarse en uno mismo, hay que ser egoísta. Quiérete tú a ti mismo y ya. No esperes a que te quieran. Quiere quererte.
El primer paso es que te aceptes tal y como eres. Luego, se trata de que te quieras. Y no es un truco de magia, tampoco un enigma. Todo el amor que te puedes dar está dentro de ti. Una vez empieces a darte amor, darás a los demás y recibirás. Porque todo tú serás una fuente de estima. Y si no es recíproco, no pasará nada porque te estarás amando.
La autoestima es un camino y no una meta. Esto hay que tenerlo claro. No llegará un día y te querrás por fin. No. Error. Llegará un día que te dirás: hoy me quiero. Puede ser hoy, mañana o pasado. Siempre te estás queriendo, lo que pasa es que no te estás dando cuenta. Tienes que sacarle brillo a este diamante en bruto.
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Es cierto que no hay unas herramientas estrictas para quererse. Te daré los consejos que utilizo, que son los más cotidianos que puedes escuchar y que te van a ayudar.
- Cuídate, es decir, cuida tu aspecto y con ello te cuidarás. Simple, al levantarte cada mañana lávate la cara, dúchate y mímate. A ti. Siempre a ti. Escoge tu outfit acorde en cómo te sientas el día de hoy. Arriésgate, pero escógelo con amor hacia ti.
- Cuida de tus cosas. Una vez te hayas cuidado, atiende tus cosas. Por ejemplo, ordena tu habitación: ventila, haz tu cama, arregla tu escritorio… Porque después de prestarte atención, podrás y necesitarás cuidar de lo tuyo.
- Cuidar de los otros. Y con ello me refiero a querer a los demás. Tan simple como atenderlos.
Estas herramientas pueden parecer muy absurdas, pero desde mi perspectiva el acto de cuidar es esencial en la autoestima. Atiéndete, atiende y atiéndelos a ellos. Seguro que una de las tres cosas no la estás haciendo. Y, oye, que si lo haces ¡chapó por ti!
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Cuidarme, cuidar de mis cosas y cuidar de los otros, es un lema que me aplico constantemente. Si me cuido a mi misma, después puedo cuidar de mis cosas y de los demás. Por el contrario, si me descuido, no seré capaz de cuidar ni de mis cosas ni de todo lo otro. Y es tan sencillo como hacerlo desde dentro, aplicarlo cada día y en la cotidianidad de las cosas.
PD: Gracias por leerme,
¡Nos leemos!
Estoy sanando
No te apures, estoy sanando. Sí, florezco y también me marchito. No pasa nada, solo fluyen sentimientos, emociones y pensamientos. Es divertido ese vaivén -ese caos- llamado (mi) vida. Es una bomba explosiva porque arrasa, al igual que yo. Pero no te preocupes porque así es, así se va y se vuelve. Y no hay nada más bonito que ser ser.
Autoreflejo
A veces siento como la vida se me cae encima,
tu recuerdo y el mío
-nosotros siendo otros-
en la orilla del mar
con el corazón colgando
como si estuviésemos agarrando un cigarro
a punto de marchitarse,
de esfumarse
y perderse en la nada.
Piénsalo,
siéntelo.
Dolía,
y ahora todo es más sano
menos tóxico
porque día tras día
por las mañanas me miro al espejo
y cuando veo mi reflejo sonrío
queriéndome,
sosteniendo mi alma al son del viento
que aunque baje y suba
nunca se detendrá
y siempre caminará.Brillando
Llegar del trabajo, comer y salir de casa a las tres de la tarde para ir a tu encuentro. Y cuando llego me siento ajena a ti. Porque me doy cuenta de que, quizás, me quieres menos o soy un simple deseo -del momento-. E instantáneamente me reflejo en el espejo viéndome más yo;
más mujer,
más humana
y menos rota.
Porque, querido, cuando una ya no se ve diminuta,
ni triste,
ni decaída,
brilla y deslumbra en la vida.Domingos
Un domingo de família, de comida y estar en el sofá.
Un domingo de tarde con amigos, de cine y palomitas.
Un domingo de estallar a llorar.Leer(me)
Estoy estancada en el acto de leer(me).
Porque soy muy mía pero hay días, y días,
que no me siento,
que vivo en un bucle eterno.Seres vivos
Tú sabes que las personas evolucionan, cambian, ¿No? Pues lo mismo pasa con los cuerpos, que a medida que crecen envejecen y se hacen más hermosos, más reales, más imperfectos dentro de aquella perfección que es imperfecta.
Y el hecho es que son cuerpos. Ni más ni menos. Con sus almas libres y corazones rebeldes. Que vuelan, que viven.
Con todo esto de las redes sociales aparentemos lo que no somos y queremos lo que no tenemos. Personalmente, me cuesta aceptarme, pero lo intento y hay días que lo consigo. Cuando soy yo misma, sonrío y me vivo, siendo muy mía. Hay otros, en cambio, que no me veo, que no puedo y me derrumbo. Pero la tristeza y el fracaso te hacen más fuerte, más tú, y te forjan un mañana más esplendido.
Digo que no puede ser: eso de ser tan irreal, crear una irrealidad paralela y fingir. ¿Pero de qué vamos? ¿Qué somos? Siempre queriendo ser aquello que no se es.
Generaciones, personas, mundos; abrid los ojos, no todo lo que veis es real y no todo lo que se dice es verdad.