Sufriendo lo indecible por amor decidí observar mi reflejo en el espejo. A borbotones me caía el alma, oscureciéndose cuando salía al alba. Una tristeza áspera se regocijaba en mi esófago bajando hasta el estómago cada ocasión que pensaba en aquella bala que una vez fue disparada hacia mi interior.
«Ojalá fuese ceniza y no carne».


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