Aquella noche en el coche te dije: «Que cuando digo que te quiero, te estoy diciendo que te quiero para amarte». Luego me besaste dulcemente y pasionalmente y caí rendida allí mismo. Porque nos quedamos mirándonos y, entre la oscuridad, se me cristalizaron los ojos mientras pensaba «Eres poesía, eres arte». Observaba tus ojos, brillantes, anhelantes y reveladores, los que contemplaban, deseosos, mi rostro. «¿En qué piensas?» Te pregunté. «En muchas cosas.» Me respondiste sin dejar de acariciarme con tu mirada. Tenía miedo porque te estaba sintiendo muy adentro mío, en el alma. Me estaba enamorando cada vez más de ti, por cada segundo que pasaba. Y aquello se podía convertir de repente en dolor.
Marzo
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