La que se mordía los labios del dolor que sentía dentro,
la que ya no tenía mariposas en el estómago sino gusanos.
La que lloró sin parar una noche de invierno, helándose en su hogar, que ya no lo era.
La que salió de fiesta para bailar,
y se desvaneció más que disfrutó.
La que mentía
para no herir,
para no sufrir,
para no sentir.
Ella, yo.


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