Categoría: Consejos creativos

  • El arte de contar: orden, duración y frecuencia del relato

    El arte de contar: orden, duración y frecuencia del relato

    Introducción

    En la siguiente entrada nos centraremos en el ensayo «El discurso del relato» de Gérard Genette, teórico literario francés del siglo XX, quien se enfocó en explicar la narratología desde un punto de vista formal, porque se centra en el formalismo ruso y el estructuralismo francés.

    El formalismo ruso fue el movimiento que inauguró la teoría literaria del siglo XX, aunque fue breve, a causa de motivos políticos.

    El estructuralismo francés fue la escuela dirigida por Ferdinand de Saussure, posteriormente desarrollada por Lévi Strauss. Básicamente estudia varios sistemas divididos en elementos que están relacionados entre ellos.

    Así pues, aquí no explicaremos de dónde proviene la literatura si no que ofreceremos varias herramientas para poder comprender, analizar y aplicar en nuestro discurso narrativo, desde una perspectiva objetiva.

    1. Concepto del relato (3 sentidos principales)

    El relato se puede utilizar en tres sentidos principales: desde un uso común, desde un uso corriente y desde el uso más antiguo.

    En el uso común relatar consiste en enunciar narrativamente donde el relato se va construyendo por un suceso o diferentes sucesos. Un ejemplo es «El relato de Ulises» en la «Odisea».

    En el uso corriente el relato está formado por una sucesión de acontecimientos ya sean reales o ficticios. Un ejemplo son las aventuras de Ulises tras la caída de Troya.

    Y, en el uso más antiguo, relatar significa narrar, donde alguien cuenta algo. Ese acto es una enunciación narrativa. Como ejemplo tenemos a Ulises relatando sus aventuras ante los feacios, que eran aquellos pueblos con ciudades amuralladas y campos cultivados.

    2. Objeto de estudio: discurso narrativo

    El escritor y crítico francés del siglo XX, Marcel Proust, importante revolucionario de su época en la literatura, la filosofía y la teoría del arte, analiza el discurso narrativo clásico y su funcionamiento. Para ello estudia el discurso en sí, es decir,  el texto narrativo: los acontecimientos que se relatan, relaciona el discurso con su producción y desarrolla tres conceptos clave (historia, relato y narración).

    En primer lugar, el discurso narrativo está enlazado en cómo se produce tal texto. Entonces, esta producción se presenta o de forma real o de forma ficticia.

    • Producción de forma real: cuando alguien cuenta como, por ejemplo, Homero recitando en la «Ilíada».
    • Producción de forma ficticia: cuando dentro del propio texto el personaje es quien narra. Por ejemplo, cuando Ulises cuenta sus aventuras en la «Odisea».

    Cabe destacar que en ambos casos lo importante es el acto de narrar.

    En segundo lugar, los conceptos clave de la realidad narrativa son la historia, el relato y la narración.

    • La historia es el contenido narrativo, es decir, lo que sucede dentro de la narración. Corresponde a la diégesis, que son los acontecimientos, los personajes, los lugares y las acciones. Por ejemplo, cuando Ulises hace el viaje desde Troya hasta Ítaca, superando varias pruebas y aventuras.
    • El relato es el discurso, el significante de la historia, es decir, lo que la caracteriza. Por eso mismo, incluye la organización de los hechos, su orden, sus pausas… Por ejemplo, cuando Homero narra los sucesos de forma anacrónica y, para ello, va introduciendo analepsis y prolepsis.
      • Analepsis: retrospecciones. Es un recurso narrativo que interrumpe la historia para regresar al pasado y contar hechos anteriores al momento principal del relato. Por ejemplo, contar un recuerdo de la infancia del protagonista. (Salto al pasado).
      • Prolepsis: anticipaciones. Es un recurso narrativo que adelanta los hechos futuros respecto al momento de la narración. Por tanto, anticipa lo que va a ocurrir después. Por ejemplo, un narrador que anuncia el destino final de un personaje. (Salto al futuro).
    • Y la narración es el proceso en sí de contar, es decir, de narrar. Puede ser real o ficticio y, por tanto, se produce el discurso.

    En resumen, la historia es lo que sucede, el relato cómo se cuenta la historia y, la narración, es el acto de contar. Estas tres formas unificadas son el núcleo del análisis narrativo.

    3. Categorías narrativas, según Tzvetan Todorov (1966)

    Según Tzvetan Todorov, teórico literario búlgaro de los años setenta, quien se nacionalizó en Francia, define las categorías narrativas, clasificándolas en el tiempo, el aspecto y el modo.

    • El tiempo son las relaciones que hay entre el tiempo de la historia y la del discurso. Por tanto, son cómo se ordenan, alargan, acortan o repiten los acontecimientos en el relato. Un ejemplo es cuando Ulises cuenta retrospectivamente (analepsis) sus aventuras después de la caída de Troya. En este caso, el orden es anacrónico: la cronología de los hechos es irreal.
    • El aspecto es la forma en la que se percibe la historia por el narrador. Tiene relación con el punto de vista, es decir, lo que se narra y lo que no y desde qué perspectiva. Por ejemplo, en «Madame Bovary» de Gustave Flaubert, los sucesos son vistos desde la protagonista Emma, por tanto, son hechos subjetivos, vistos desde una mirada romántica y frustrada.
    • Y el modo es el tipo de discurso del narrador que abarca los distintos grados entre el narrador y lo narrado. Por ejemplo, en «Crimen y castigo» de Dostoievski, el narrador va alternando entre el estilo omnisciente (modo directo) y la introspección psicológica de Raskólnikov (modo cercano al personaje).

    Así pues, el orden, la duración y la frecuencia equivalen al tiempo. El tiempo y el modo equivalen a la relación entre la historia y el relato. Y la voz es la relación entre la narración, el relato y la historia. Resumiendo, el tiempo es cómo se organizan los hechos narrados, el aspecto cómo son presentados y, el modo, cómo se expresan.

    4. Orden narrativo

    La relación que hay entre el tiempo de la historia y el tiempo del relato incluye el orden, la duración y la frecuencia. Para ello se utiliza el recurso narrativo denominado como anacronía, un recurso literario tradicional. La anacronía es la alteración entre el orden de la historia y el relato. Hay dos tipos: la analepsis y la prolepsis.

    • Analepsis (retrospección), que consiste en mirar al pasado, que se subdividen en grupos: la interna, la externa y la mixta y en si son completas o parciales.
      • Analepsis externas: sin interferir a la acción principal.
      • Analepsis internas: interfieren. 
        • Analepsis internas completivas: rellenan espacios en blanco.
        • Analepsis internas repetitivas: reiteran lo ya narrado.
    • Prolepsis (anticipación), que consiste en mirar al futuro.
      • Prolepsis externas: anticipan hechos después del final.
      • Prolepsis internas: cruzadas con la acción principal.
        • Prolepsis internas completivas: llenan espacios en blanco del futuro.
        • Prolepsis internas repetitivas: anuncian qué va a pasar.

    5. Competencia del lector y del autor

    En definitiva, el lector debe ser capaz de identificar anacronías, reconocer anticipaciones y retrospecciones y, por tanto, saber descifrar el código narrativo que organiza la historia. El autor, por su parte, tiene la libertad de jugar con esas expectativas, porque puede manipular la narración, crear falsas pistas o incluso engañar deliberadamente al lector mediante recursos narrativos. Concluyendo, el lector es quien interpreta y reconstruye, y el autor, en cambio, quien manipula y conduce.

  • ¿Cómo caracterizar a un personaje?

    ¿Cómo caracterizar a un personaje?

    1. Introducción: la importancia de la caracterización

    Para empezar, caracterizar significa construir la identidad de un personaje, que va más allá de la descripción física, porque incluye su personalidad, sus motivaciones, sus relaciones y su evolución. Así pues, gracias a la caracterización se pueden crear personajes verosímiles.

    2. Tipos de caracterización

    Hay dos tipos de caracterización, la directa y la indirecta. La caracterización directa, es aquella donde el narrador, incluso el propio personaje, ofrece información explícita sobre el personaje. Por ejemplo, «Era una mujer introvertida, creativa y con tendencia a que su mente se fuese por las nubes constantemente». Las ventajas de la caracterización directa son la claridad y la rapidez, porque se expresa sin tapujos y sin irse por las ramas. Aunque los riesgos que tiene son el poco dinamismo y exponer demasiado al personaje que se está describiendo.

    En segundo lugar, la caracterización indirecta, es aquella donde el lector tiene la capacidad por deducir los rasgos del personaje descrito a través de acciones, diálogos, pensamientos o reacciones. Un ejemplo es aquel personaje que mira detenidamente y anota en su libreta informaciones que para este son relevantes. Eso significa que es un personaje observador e introvertido. Las ventajas de la caracterización indirecta son la naturalidad, porque así el lector está implicado dentro de la narración, aunque podría llegar a ser demasiado sutil si no se equilibra bien y, entonces, el lector podría llegar a perderse.

    3. Técnicas según tres enfoques teóricos

    Según el primer filósofo, Aristóteles, representado por la teoría clásica, expresa en su obra la Poética, que en el drama los personajes son definidos por sus acciones, es decir, por lo que hacen y, consecuentemente, así son.

    Se basa en cuatro cualidades que son la bondad, la adecuación, la verosimilitud y la uniformidad, que sirven en la trama para manifestar la decisión que escoge el personaje ante varias situaciones y complicaciones.

    Según el escritor inglés Edward Morgan Forster, su teoría narrativa se fundamenta en dividir los personajes en planos y redondos. Los personajes planos son los sencillos porque carecen de contradicciones y solo tienen una única idea central. Así pues, no cambian, no evolucionan en la trayectoria de la narración.

    En cambio, los personajes redondos son los complejos porque poseen distintas características y matices en su personalidad, provocando verosimilitud. Así pues, cambian, evolucionan en el transcurso de la narración.

    Por tanto, los personajes planos se equiparan a los «personajes secundarios» y, los personajes redondos, a los «personajes principales».

    Y, por último, según la psicología narrativa actual, varios teóricos contemporáneos argumentan que, cuando un personaje tenga más conflictos internos, contradicciones y evoluciones, significa que más creíble es. Uno de los ejemplos sobre un personaje verosímil es la protagonista de «Ha anat així» de Natàlia Ginzburg, una obra ejemplar, quizás poco conocida, que recomiendo encarecidamente leerla.

    4. Recursos para caracterizar a un personaje

    Para caracterizar a un personaje es imprescindible la descripción física y la psicológica, el entorno y su contexto, el lenguaje y su comportamiento y varias técnicas narrativas específicas, tal como explica Gérard Genette, que profundizaremos en su teoría en otra entrada.

    5. Metodología para construir un personaje

    Para construir un personaje se pueden usar varios trayectos como una ficha base con datos físicos, biográficos y psicológicos; la historia personal como su pasado, sus heridas emocionales y sus motivaciones; relacionar el personaje con la trama, es decir, cuestionarse qué papel juega en la historia; crear contradicciones entre lo que quiere y lo que teme y, finalmente, crearle una voz propia (cómo piensa, habla y actúa).

    6. Conclusión

    Desde mi punto de vista es interesante aplicar la teoría, aunque en la práctica, es decir, a la hora de escribir y de describir, no se usa, sino que la teoría se aplica a posteriori, una vez analizas lo que has narrado. Y, aquí, es justo el momento de editar, de reescribir, basándose en algunas de las teorías literarias y escogiendo varios recursos morfosintácticos y léxico-semánticos, además de figuras retóricas. Es divertido observar cómo una escribe y buscar similitudes o diferencias mientras te vas leyendo y te comparas entre otros escritores.

    En resumen, escribir significa soltar sentimientos y sensaciones a bocajarro, así que déjate llevar por tus emociones, luego ya borrarás y volverás a escribir y a eliminar y, probablemente, a empezar y nunca terminar. Saca lo que tengas dentro de ti, que luego ya tendrás tiempo de aplicar un poco de raciocinio.

  • Entre lo que piensan y lo que dicen: personajes con vida propia

    Entre lo que piensan y lo que dicen: personajes con vida propia

    1. Introducción: la profundidad del personaje

    En primer lugar, todo personaje realista va más allá de la descripción física. Para que sea rico son muy necesarios tanto los pensamientos como las contradicciones y las emociones con el objetivo de que el lector sienta que está frente a una persona viva. Así que cuanto un personaje és más incoherente, es más real, más humano, porque así somos, ¿No?

    2. El monólogo interior

    El monólogo interior son una serie de pensamientos y emociones internas. Tiene varias funciones: mostrar dudas, miedos y deseos ocultos; contrastar lo que el personaje piensa con lo que dice y hace (si es coherente o no), y crear intimidad entre el lector y el personaje.

    Básicamente, si se quiere usar esa técnica narrativa es esencial utilizar preguntas retóricas («Por qué sigo aquí?»), imágenes sensoriales (memoria, recuerdos) y, por último, la fragmentación, las repeticiones (de palabras, frases, ideas…), y los silencios (las eclipsis) que sirven para crear suspense o que el lector interprete a su libre albedrío.

    • Fragmentación: hacer saltos en la historia, explicar los sucesos de forma no cronológica, sin un orden líneal.
    • Repeticiones: volver a escribir palabras, frases o ideas.
    • Silencios: ecliplsis, saltos en el tiempo de la historia, para agilizar la narración y centrarse en lo esencial.

    3. Los diálogos externos

    Los diálogos externos son las interacciones con otros personajes. Tienen también varias funciones: mostrar cómo se construye la identidad frente a los demás, revelar sensaciones entre lo que se piensa y lo que se dice y dar dinamismo narrativo.

    Para ello se usan varias técnicas como el subtexto, el choque entre expectativas y respuestas y, también, el lenguaje corporal y los gestos que acompañan. Por ello es importante definir la caracterización de un personaje: características físicas, rasgos psicológicos y emocionales, comportamiento, habla y discurso, contexto social y cultural.

    4. La consciencia de sí misma (autoconciencia)

    Cabe destacar que el personaje siempre reflexiona sobre su propio ser porque reconoce sus contradicciones, se juzga, se cuestiona, se justifica y, además, busca un sentido, para él único, a lo que va viviendo. Así pues, la consciencia del personaje crea efecto en el lector porque humaniza al personaje, genera empatía y conecta emocionalmente con este y lo vuelve tridimensional (que tiene varias dimensiones), alejándose de todo arquetipo, aunque los cánones se repitan continumente siglo tras siglo.

    5. Integración de las tres dimensiones

    Las tres dimensiones necesarias para que un personaje sea completo son el monólogo interior, los diálogos externos y la autoconciencia. Sin ellos, el personaje se queda cojo. Por ejemplo, si el personaje piensa una cosa, dice otra y luego se reprocha a sí mismo… ¿Dónde está el conflicto interno? Pues el conflicto interno se refleja en la forma de hablar, de actuar y sentir.

    6. Consejos prácticos

    Así pues, es importante no revelar todo de golpe sino dejar espacio a la ambigüedad, usar contrastes entre pensamiento y acción, mostrar evolución (cómo se va transformando la voz interior con la historia) e ir revisando si el personaje se siente real, contradictorio. Aunque si escribes desde tu interior y con emoción, ya sabes lo que saldrá, ¿No?

    7. Conclusión

    En resumen, un personaje profundo es imperfecto, es decir, que es contradictorio, siente y se equivoca como todo ser humano. Así que el lector siempre conectará más con la vulnerabilidad que no con la perfección. Por tanto, la clave es darle voz interna, voz externa y voz consciente de sí mismo.

  • ¿Cómo ser constante con tu blog?

    En primer lugar, para ser constante con tu blog tienes que tener ilusión por lo que haces, por lo que escribes. Además de motivación, ganas, voluntad y esfuerzo. Sí, porque todo proyecto conlleva esforzarse.

    Además, es interesante que te preguntes diariamente o cada equis tiempo por qué tienes tu blog y para qué lo haces. ¿Por qué escribes? Por necesidad, por gusto, por curiosidad e interés…

    Si la respuesta es afirmativa, es decir, que lo haces porque te gusta, entonces sigue blogueando. Si la respuesta es negativa, replantéate las cosas porque probablemente estás invirtiendo tu tiempo en algo que no te gusta, que no te apasiona y que no es lo tuyo porque, simplemente, no es lo que quieres o necesitas en esta etapa de tu vida.

    La conclusión a todo esto es que lo hagas porque te apasiona. El después ya llegará. Que siempre llega.

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    Herramientas útiles

    Mi forma de ser constante con mi blog consiste en tener una organización realista y seguirla. Para ello lo llevo a cabo mediante un calendario editorial.

    Pero, ¿Qué es un calendario editorial?

    Un calendario editorial es ni más ni menos que una organización sobre tu blog. Allá organizarás qué publicas, qué día de la semana subirás equis entrada… Además, también consiste en planificar cuando escribirás cada post. Dependiendo de tu tiempo libre, de tus horarios, lo harás de una forma u otra y en un tiempo determinado u otro.

    El calendario editorial lo puedes hacer desde el Excel de Google Drive hasta en una aplicación o incluso en papel con bolígrafo y lápiz. Adáptalo a ti.

    Es necesario ser realista. No te pongas metas inalcanzables y tampoco metas sencillas de conseguir. De esta forma evitarás procrastinar.

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    Los objetivos

    Los objetivos son una forma eficaz de conseguir tus metas a corto y largo plazo. Por ejemplo, si estás empezando, una meta alcanzable es publicar dos posts a la semana: uno de escritura creativa y otro que aporte utilidad a tus lectores. Otro ejemplo es aumentar el tráfico: 50 visitas más cada mes.

    Recuerda pensar objetivos realistas y concretos.

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    Conclusión

    En definitiva, no hay una clave para ser constante, pero sí que hay distintos consejos y herramientas útiles que te pueden servir.

    Aquí lo más importante es tener una organización y seguirla. Ni más ni menos.


    PD: Gracias por leerme

    ¡Nos leemos!