manos enlazadas

Se sentaron en el suelo, uno al lado del otro, entrelazando sus manos mientras escuchaban sus respiraciones aceleradas, por la negrura en la que se veían sus futuros. Entonces, escucharon otra respiración y, con el alma en el cuello, giraron sus cabezas hacia la derecha. Había otra persona pero con la oscuridad no se distinguía bien su rostro. Aurora pudo percibir, por sus bultos en el pecho, que era una chica y, se lo dijo a Aarón susurrandóle en la oreja.

-Ho-ola -intentó entablar una conversación la desconocida.

Ellos no respondieron, prefirieron quedarse en el eterno silencio. Pero la desconocida, siguió hablando.

-Soy doctora, sigo siéndolo creo, aunque ahora no esté en un hospital ayudando a las personas. En el hospital que estaba tenían las reglas un poco raras, pues nos obligaban a hablar con los pacientes de usted y no de tú, y aun no entiendo porqué. Llegué allí con la intención de cambiar el mundo, pero el mundo me ha cambiado a mí. Recuerdo, recuerdo a una chica que conocí allí, sentía el mismo vacío que yo y, conectamos. No hace mucho tiempo de aquello, aun recuerdo como era. Su rostro pálido, sus ojos como el café frío.

-¿Cómo se llamaba? -se atrevió a preguntar Aurora, sumergida en aquella historia sin fin.

-Aurora, como el amanecer. Llegué a leer su diario, aunque no entiendo porqué firmaba con otro nombre. Tal vez no era el suyo.

-No era el suyo -susurró Aurora, descubriendo, con la certeza en ciencia, que era Nerida. Pero no quiso desvelarse, pues no quería más coincidencias. Cansada estaba de tanta necedad acumulada en la misma necedad.

-También recuerdo cuando desaparecieron un cierto número de personas justo cuando les fueron dando el alta. Fue muy extraño, aunque lo relaciono con el tema de los suracs. No sé si os habéis enterado por son la mafia negra.

-Lo sabemos -dijo Aurora, firmando su voz.

-Dos días antes de que sucediera la desgracia, sucedió otra desgracia. Y es que a una cocinera se le quemaron las manos. Suerte que estaba en el hospital, pues fue ingresada y tuvieron que operarla, quemaduras de segundo grado. Tal vez sea una señal.

-¿Qué tipo de señal?

-Que a todos nos han ligado las manos.

Entonces Aurora empezó a hablar, a narrar su historia.

-Pues yo voy a confesar que mi dolor empezó a los quince años, cuando me enamoré de un amor no correspondido. Allí, justo en mi pecho, se inició un vacío. Fue una desgracia detrás de otra. Después de esta decepción mis notas empezaron a bajar en picado, pues no me sentía con fuerzas ni con ánimo. Mi ánima deshecha. ¿Qué se es cuando no se es?

-Humano, mujer.

-Seguidamente de este amor no correspondido surgió otro, aun menos correspondido. Pues me enamoré de su mejor amigo. Le entregué una carta, caótica, pues nada era serio, todo era un lío monumental. Hilos deshilachados, sin final, roto. Y, justo en aquel momento, empezó la descendencia de todos mis caos. Me sumergí en una burbuja, en la mía y me encerré ante todo el mundo, creando un caparazón alrededor de mi piel, delicada y frágil como el vidrio.

-Supongo que ahora me toca a mí contar mi pasado doloroso, todos tenemos grietas abiertas, cicatrices sin sanar. De pequeño mi padre maltrataba a mi madre.

-¿Eso es todo?

-¿Te parece poco?

-Lo siento no quería herirte.

-No te preocupes -dijo con ironía. -ya lo estaba.

-¿Recuerdas cuándo nos conocimos Aarón?

-Sí, fue en tercero de la ESO, la primera vez que te vi… eras tan bonita. Entonces te empecé a conocer y tu interior me desgarró el alma.

-Como el tuyo a la mía.

-¿Sois novios?

-Algo así -dijeron los dos al unísono.

-Antes de trabajar de doctora, en el último año de carrera fui engañada por mi novio, me puso los cuernos.

-Yo nunca llegué a regresar al instituto. Después de que me secuestraran me quedé apartada en otro mundo.

-Aun recuerdo cuando mi madre me enseñó a caminar sobre ruedas. Ella llevaba unos patines de color fucsia, los míos eran azules. Íbamos cogidos de la mano, me ayudaba a arrancar y, después, me dejaba volar, pudiendo disfrutar de la sensación del viento acariciando mi rostro, y mi cabello castaño. Después, en la adolescencia fui muy popular hasta que un día me encontré en el hospital. Aun no entiendo el porqué. Sólo recuerdo que tenía desnutrición, como Aurora. Fue casualidad, pues recuerdo que nos pusieron en una misma habitación, allí empezó nuestro vínculo amoroso. Al cabo de un tiempo, recodé aquellos días en el hospital y entonces me di cuenta de que estaba enamorado locamente de Aurora.

-¿Y Aurora es la que está ahora aquí contigo?

-Sí.

-Soy Aurora, Nerida.

Entonces se levantaron y se abrazaron.

-Qué suerte que estemos todos juntos.

-Debemos hacer algo.

-Lo sabemos, pero, ¿qué?

Pero Aarón se sintió evadido, pues Nerida no lo recordó y sintió que tampoco fue recordado por su padre pero por su madre sí, entonces sus dudas revueltas en su mente se calmaron. Su madre.

De repente un ruido se escuchó fuera de la celda y pudieron ver como un preso era arrastrado por un policía hacia algún lugar, el exterior, o interior de otra celda.

-¿Dónde lo llevarán?

-Tal vez quieran matarlo.

Y continuaron hablando de sus profundidades oceánicas, que pellizcaban sus almas con ansias de ser libres, mientras esperaban algún cambio.
Nerida empezó hablando.

-Fue el segundo año de carrera. Me quedé completamente sola, sin amigas. Aquel sentimiento de soledad…

-Aquel sentimiento de soledad sentí cuando mi madre se marchó. Pobre de mí, y de ella. No se lo merecía, ni ninguno de mis hermanos. Yo tenía trece años.

-Yo tenía trece años cuando mi abuela falleció por culpa del cáncer. ¿La única suerte? Que le atrapara cuando ya había vivido gran parte de su vida. Aunque fue muy injusto.

-La vida es injusta.

Entonces escucharon una puerta chirriar. Era la suya, que se abrió de repente.


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