Las paredes temblaban y nuestros corazones alcanzaban el éxtasis.

Caí rendida justo en aquel momento porque nos hicimos el amor mutuamente.

Fue único, inolvidable y mágico.

Él era mago, lo sigue siendo.

Y es que hacía que a mí me gustara, encantándome, enamorándome.

Sus ojos achicados, observándome, y mis manos en su pelo.

Placer y sólo placer.

Perfección absoluta.

Fuimos uno, nos fusionamos.

Y ahora enamorados estamos.

Aquello fue amor, puro, sin grietas, sin rasguños, sin dolor.

Volamos juntos.


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